Llegó el día, debía ser una celebración, pero solo veo desaparición. Su rostro, un intercambio de palabras tan vacío como el abismo que una vez sentí… igual de doloroso… pero… menos fuerte.
Era hoy una fiesta, un día de gloria, el cielo más hermoso que nunca, el sol irradiando con pasión, las nubes siempre preciosas… pero aun así, es un día de luto. Luto por aquellos recuerdos que aun perviven, y que son los posibles salvadores de lo bello que una vez fue. Aunque no son suficientes, solo son una guía para elegir, para tener de donde partir, un “¿valió la pena?” a un “¿valdrá la pena?”, todo está siguiendo con sigilo un rumo desconocido, aserrándose al misterio que es nuestro futuro.
Ya la mitad pasa, falta la última, es cuestión de entender, de perdonar, de desatar… de renovar, nunca de repetir. El cambió venidero necesita ser perfecto, o al menos, adecuado, así, no será tan catastrófico, así, de pronto el olvido del rencor quemará lo que a el perdón aún le cuesta, cambiar entonces, es justo una obligación, cambiar, siempre está, pero, inconciente, ahora, el cambió tiene que demarcarse por los sueños que lograrán casar la belleza de nosotros, no podemos vivir amargados, no comprenderemos jamás de que se trata todo, si no lo probamos, no llegaremos a ser alguien, si no superamos.
“…un continuará feliz…”
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario